El concepto de
estilo tiene su origen en el término latino
stilus. La palabra puede ser utilizada en diversos ámbitos, aunque su uso más habitual está asociado a la
apariencia, la
estética o la
delineación de algo.
Ejemplos donde aparece el término:
“Este edificio de estilo barroco fue construido en el siglo XVII y se destaca por su sorprendente cúpula”,
“El nuevo disco tendrá un estilo más cercano al pop que al rock”,
“El escritor boliviano es uno de los principales cultores del estilo pulp”.
¿Qué es la redacción?
Toda expresión que se valga de la palabra escrita, logra su propósito
de comunicación mediante el arte de redactar. Redactar, que
etimológicamente quiere decir “poner en orden”, consiste en expresar por
escrito los pensamientos e ideas previamente ordenadas. El propósito de
la redacción es combinar palabras, frases, períodos, párrafos y textos,
para, a través de ellos, verter ideas ya elaboradas, de manera que se
produzcan en un todo armonioso, capaz de ser debidamente comprendido. En
otras palabras, la redacción podría definirse como una composición
literaria en la que se desarrolla, de una manera completa, correcta y
elegantes, un tema determinado, dentro de ciertos límites de amplitud.
La redacción es fundamental si deseamos consignar algo por escrito.
Cualquier texto que queramos suministrar, cualquier impresión que
deseemos transmitir a través de la palabra escrita, no son ni más ni
menos que una redacción. Su trascendencia es enorme, pues, si bien la
palabra transmitida en forma oral, vuela y se desvanece, lo escrito, por
el contrario, se perpetúa: puede leerse, releerse, meditarse, y, a
través de ello, el lector puede formarse una idea completa de lo que
piensa y quiere decir el escritor. Debido a ello, es muy importante que
se tome en cuenta lo siguiente:
• Al inicio, antes de escribir, se debe pensar qué se va a escribir.
• Es necesario saber qué mensaje se desea comunicar.
• Debe preguntarse sobre a quién va destinado lo escrito.
• Utilizar el tono y el lenguaje apropiados en la escritura.
• La forma y el fondo.
Todo tipo de redacción, como cualquier manifestación literaria o
artística, debe poseer dos elementos básicos, que son la forma y el
fondo, ya que de nada sirve tener ideas originales y acertadas, si no se
pueden expresar con la debida corrección. Tampoco reporta utilidad
tener un amplio dominio del idioma si no se tiene nada que decir.
• La forma .
La forma, el cómo decirlo, es el modo particular que se posee de expresar una idea, lo que llamamos técnicamente redactar.
Resulta un poco difícil instituir normas rígidas y concretas sobre la
manera de redactar, ya que la expresión de nuestros pensamientos,
sentimientos, emociones, vivencias y conceptos está sujeta a fenómenos
tanto artísticos como científicos. En el primer caso, la expresión de
nuestros pensamientos está atada al entorno y variaciones del momento,
del lugar, la moda, etc. En el segundo, está cambiando a cada instante
por los procesos de la fonética, la lingüística y la gramática, debido a
que el idioma evoluciona día a día.
Por otra parte, la forma o el modo de expresarse es algo personal que
está íntimamente ligado a factores tan distintos, como son la
educación, el temperamento, el medio ambiente, etc., que no se puede
hablar en un estilo único y perfecto. Cada persona tiene su manera, y
crea su propio estilo de redacción; así puede deducirse que hay tantos
estilos como personas.
Establecer una forma de redactar equivale a formarse un estilo. Para
ello es necesaria además de una cierta predisposición natural, una labor
asidua y un gran sentido de superación; y por eso comporta, a un
tiempo, estudiar actitudes, pulir la sensibilidad, perfeccionar los
gustos, desarrollar las dotes de observación, orientar los sentimientos,
elevar el espíritu hacia nobles ideales; en pocas palabras, definir una
forma de redactar es equivalente a definir la personalidad.
• El fondo .
Toda redacción debe versar, claramente, sobre algún tema propuesto de
antemano. Entonces, las ideas sugieren dicho asunto y que han de servir
para su desarrollo, constituyen el fondo de la redacción. En otros
términos, el fondo equivale a qué decir.
Algunas causas que colaboran a una mala redacción, y que deben evitarse, son las siguientes:
• Comprender mal el tema.
• Enfocarlo desde un ángulo indebido.
• Tratarlo en forma parcial.
• Dar mayor importancia a los aspectos secundarios que a lo principal.
• Desarrollar un tema de manera muy superficial.
• Decir banalidades.
• Normas generales para la redacción.
Toda redacción, no importa el tema o extensión, debe ser un todo
armónico; con una lógica comprensible; con un orden, pulcritud y
sentido, para ello es necesario tener en cuenta las pautas siguientes:
• Pensar bien el tema propuesto .
Si ni se maneja o no se conoce a fondo la temática que desea tratar,
es importante referirse a ella cabalmente. Se aconseja documentarse
sobre el tema propuesto, para de ese modo adueñarse de su contenido.
• Trazar un plan o guión .
Un plan bien organizado es la base de una buena ejecución. Nos evita
contrasentidos, repetición de ideas, falta de lógica, incoherencias,
etc. Un plan previo nos permite tratar cada cosa a su debido momento;
ayuda a situar los hechos, trabar la acción y llegar al desenlace de un
modo natural y armónico. Este esquema de trabajo evita tener que
retocar, añadir, acortar o trasladar frases o conceptos, que no estarían
en su lugar si antes no lo hubiéramos ordenado.
• Escriba con sencillez y naturalidad .
Evite ampulosidad o grandilocuencia; generalmente son impropias en
una redacción simple y sencilla. Valery daba este consejo: “Entre dos
palabras debe escogerse la menor”. O sea, la menos ambiciosa, la menos
estridente, la más modesta. Aunque escriba sobre un tema complejo,
refiérase a él de un modo sencillo; tenga en cuenta que su finalidad es
comunicar su pensamiento y no hacer gala de erudición.
• Escriba con claridad .
La claridad es fundamental en un texto escrito. Toda frase mal
construida es, inevitablemente, oscura e incomprensible. La claridad de
ésta reside fundamentalmente en la gramática. Por eso, tenga en cuenta
las concordancias, la correlación de tiempo, el empelo adecuado de las
proposiciones, etc. No escriba párrafos muy largos; éstos, si no están
bien escritos, dan la impresión de pesadez y de escasa agilidad. Su
construcción requiere cierta destreza. Emplee párrafos cortos, puntos y
aparta, frases breves.
• Utilice las palabras con precisión .
Debe evitar el uso de barbarismos o vulgarismos de mal gusto, que son
sinónimos de pobreza de vocabulario. No utilice voces o palabras de
significación muy amplia y ambigua (como la palabra “cosa”), que por su
misma amplitud no apunta a nada específico. Prefiera siempre la palabra
concreta, que designe objetos y seres, a la palabra abstracta. Si, para
los efectos de redacción, se ve en la necesidad de recurrir al uso de
sinónimos, procure escoger el más adecuado.
• Use correctamente los signos de puntuación .
Los puntos, las comas, los signos de interrogación o de admiración,
deben estar bien colocados; caso contrario, modifican radicalmente el
sentido de la frase, y dificultan la comprensión de la misma.
• Realice primero un borrador .
Nadie, excepto una persona con mucho oficio, es capaz de hacer un
escrito perfecto en el primer intento. Siempre existe alguna dificultad:
puede que un giro quede mal construido, o que el adjetivo usado no sea
el más adecuado, o que una idea secundaria haya quedado inconclusa, etc.
Haga siempre un borrador y sométalo a un exhaustivo trabajo de
pulimento. Revise cuidadosamente la forma y el contenido.
• Profundice su lectura y conocimiento del idioma .
Lea mucho, sobre todo a grandes escritores; fíjese en su prosa,
analice su modo de expresarse, su arte de componer la narración, una
escena o un retrato, la construcción del diálogo; ellos son y serán
siempre el mejor procedimiento para aprender a redactar. También debe
existir un progresivo conocimiento del idioma y un mayor dominio del
vocabulario.